martes, 10 de marzo de 2009

Mi nariz

Nunca pensé que esta nariz jodiera tanto. Se va pegando cada vez más a mí, antes solo parecía ser una parte del cuerpo.
Extraño aquellos tiempos en los que prácticamente la ignoraba. Cuando algo se me acercaba, ella solo servía para decir si tenía peste, perfume o si no estaba en ninguno de esos extremos.
Antes me gustaban algunos perfumes pero creo que solo tuve uno porque no tenía mucho dinero .... ¡Ahora sí recuerdo! Tuve dos. El otro era muy barato. Ya ninguno de los dos me gustan, tampoco los que no tuve me gustan.
Una vez llegué a sospechar de mi debilidad por los olores. Cuando me compraban algo nuevo me sentía un poco atraído por ese olor a nuevo que duraba poco. Sospeché porque era una forma de gustarme el olor a algo distinto a la forma en que me gustaba el de los perfumes. Pero a casi todo el mundo le gusta, de una forma especial, oler las ropas nuevas. Por eso creí que todo estaba bien.
Supongo que en un tiempo bastante largo, en el que me había olvidado de la nariz, ésta trabajó como un órgano independiente y se fue perfeccionando como le dio la gana. Nunca debí descuidarme tanto de ella, quizás ahora todo pudiera ser más controlable.
Comenzó a pegarse a mí cuando aquella novia (Lucía), que tuve hace unos años, se dio a la tarea de abrirme los ojos frente a un espejo, de otra forma no la hubiera podido ver. Lucía tiene uno de esos olores que más extraño porque ya no está a mi lado. Pero por suerte no creo que ese olor este pegado en otra parte, así solo me descontrolo cuando está cerca de mí. Recuerdo que una de las últimas veces que estuvimos cerca y podíamos tocarnos, dediqué varios minutos a oler todo su cuerpo. Aún recuerdo todo. Pero de ese olor no puedo hablar mucho porque debo reprimírmelo. Ella ya esta interactuando con las narices de otros. Me pidió que no me acercara mucho.
Cuando terminé con ella quedé loco de remate. Cometí el error de enredarme con una chica de esas a las que a estas alturas aún les gustan los perfumes. Era virgen. Un día rocé sus límites y se ahuyentó, por eso las latas deberían venir abiertas. La muy cabrona me gustaba, y justo ese día pude oler gran parte de su cuerpo. A pesar de tantos perfumes tenía un olor muy propio que me impresionó bastante. Estuve un tiempo visitando aquel cuarto donde ocurrió todo. Olía la cama, las paredes, . . . todo se había contaminado. Afortunadamente ya no frecuento ese cuarto.
A ella le siguen gustando los perfumes. Por eso puedo controlarme un poco cuando nos vemos. Pero no puedo estar mucho tiempo a su lado porque su olor comienza a salir. Yo me largo para no olerla nunca más, creo que ella no se merece el olor que tiene.
Lucía es especial, pero ya les dije donde está. Mi nariz se parece un poco a la de ella porque creo que mi olor se le hace un poco irresistible . . . últimamente siempre termino pensando en Lucía.
Ayer conocí a una chica. ¡Está linda . . . !, parece que no usa perfumes. Pero todavía no sé cómo huele. Cuando me acerco a ella trato de aguantar la respiración. Creo que ella tampoco quiere que yo llegue a conocer su olor.
Todo sería más fácil si en esta vida los olores fueran menos complicados, si doliera menos cuando ya no están, o mejor: si no tuviera nariz.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No compadre hay que tener nariz, y más de una, tres narices, veinte narices, cuarenta Lucías, cien Lucías...

Anónimo dijo...

Aunque estamos de acuerdo, después de curado se dice más fácil.

Unknown dijo...

jajaja.....jajaja....kike es eso un poema???? está bastante.......!!!

Simone de Beauvoir dijo...

Me recordó a Cyrano de Bergerac,la nariz siempre es importante,porque nos evoca olores que a veces nunca quisieramos olvidar.